534. El macuto del
oscuro túnel
No has pensado alguna vez en lo que necesitas primordialmente
para saltar el trampolín y encontrarte de lleno con la eternidad.
En un pequeño macuto, bien organizado, cabría todo lo que
necesitamos para dar ese eterno salto o para recorrer ese arduo, pero fugaz, camino.
En esos momentos además coge un crucifijo y agárralo con
fuerza; y así:
Ni
el túnel será tan largo y oscuro.
Ni
el salto tan accidentado y peligroso.
Ni en
ningún momento reinara el caos y la desesperanza.
Por otro lado, una sonrisa, en esos instantes
ante la cruda y desafiante realidad, nos ayudara, a la vez, a dar ese
paso trascendente de una manera más optimista, deportiva y ejemplar; mirando a
los demás:
Con
amabilidad, con disposición de agradar, con visión positiva y esperanzadora; alargando
la mano, si ello es posible, en un ademán de llamar: a la alegría, a la
cercanía, a la cordialidad.
Ten también y cerca de ti, y a la vista, una imagen de la
Virgen: para animarte, para consolarte, para que recibas de Ella el calor y la
luz, en esos momentos tan difíciles, y que podrían ser angustiosos sin un apoyo
espiritual y humano.
Y ve metiendo delicadamente en tu macuto:
Tus
buenas obras; tus anhelos de generosidad.
Tus
deseos de perdonar; tu preocupación por los demás.
Tu
ejemplaridad en el trabajo.
Tu
vida de oración intensa, en la que trataste a Dios con cariño y ternura,
ahondando siempre con valentía en los buenos propósitos.
Tu
confianza en Dios; tu amor.
Tu
ofrecimiento del dolor, especialmente cuando esté fue hondo y constante.
Tu
vivencia habitual de las virtudes.
Tu
repugnancia a la soberbia y tu sintonía con la humildad y la sencillez.
Tu
huida del pecado.
Tu
encantadora naturalidad.
Tu
realista, reflexiva y positiva contemplación
de las realidades eternas.
Tu
belleza interior colmada de bondad.
Tu
desapego de lo mundano.
Tu
fe robusta, firme y razonada.
Tu
amor apasionado a la creación y a la vida.
Tu
sentimiento auténtico de Hijo de Dios.
Tu
decidida defensa de la verdad que nos trajo Jesucristo.
Tu deseo de
encontrarte cara a cara con Dios.
Tus riquezas, tus joyas, tus tesoros, tus apegos personales:
déjalos, son escoria, en el inmaculado mundo de los Santos.
Y muy cerca de ti, en esos momentos delicados y nada fáciles, tus
familiares, tus amigos, tus seres queridos, todos como en una piña de:
amor, afecto y cariño; y quizás, como siempre pasa estará ese vecino
entrometido que en todos los lugares se mete; ¡pero no te preocupes! acércalo a
ti y bésalo, y habrás vivido con él tu última Caridad y con ella quizás des el definitivo
salto a lo Eterno.
Publicada
en DIARIO DE ÁVILA Digital 4 de octubre
de 2017
Publicado en
Forumlibertas.com Opinión 5 de octubre de 2017
Publicada en
Diario JAÉN 6
de octubre de 2017