533.
A ti, que dices que quieres.
En Camino,
un libro escrito por San Josemaría, hay un punto, el 316, que dice así:
·
“Me dices que sí, que quieres. Bien, pero ¿quieres como un avaro quiere su
oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso quiere los
honores o como un pobrecito sensual su placer? ¿No? Entonces no
quieres”.
En muchas
ocasiones nosotros decimos:
·
Que
queremos hacer las cosas bien.
·
Que
estamos deseosos de hacer cosas buenas.
·
Que
queremos mejorar.
·
Que
queremos seguir el ejemplo de los Santos.
También, en
muchos casos:
·
Queremos
ser personas con ideales nobles.
·
Queremos
ser honestos.
·
Queremos
ser padres o madres ejemplares.
·
Queremos
vivir la laboriosidad.
·
Queremos
ayudar a los demás.
·
Queremos
llevar una vida religiosa íntegra …
Pero la
cuestión principal está: en cómo queremos, o si realmente queremos, o si
queremos con todas nuestras fuerzas: dejándonos la piel, si ello fuera
necesario.
En muchas
ocasiones, poco querer es el nuestro:
·
Cuando
todo se desvanece por cualquier minucia.
·
Cuando
cualquier obstáculo acaba siendo una dificultad insuperable.
·
Cuando
por cualquier motivo abandonamos la tarea.
·
Cuando
somos derrotados con bastante facilidad.
·
Y
cuando, en demasiadas ocasiones: tantas y tantas, todo se queda en nada.
Se ve
claramente:
·
Que
no queremos con la pertinaz audacia del avaro que quiere su botín: de oro, de
dinero o de riquezas.
·
Ni
tampoco queremos como el lujurioso que quiere vivir envuelto en la
sobreabundancia de los placeres mundanos.
·
Ni
como el ladrón que anhela exhausto su codiciada mercancía.
Ante esta realidad, que nos sucede a muchas personas, hemos
de preguntas con sinceridad: queremos o no queremos, estamos dispuestos o no
estamos dispuestos:
·
Pues en muchas ocasiones es posible que todo sean
fuegos fugaces que al final se quedan en nada.
Todo esto podría ser una llamada clara de atención para que
nuestra lucha por conseguir objetivos grandes sea eficaz y no se quede siempre
en deseos irrealizados que nos llenan el alma: de desolación, de tristeza y en
cierta manera de amargura.
Para esto una buena receta:
“Dios y audacia”.
“Dios, valentía, generosidad, constancia, decisión y amor”.
Publicada en
Diario JAÉN 28 de septiembre de 2017