605. El Opus Dei y San Josemaría
En estos
días, 26 de junio, celebramos la fiesta de San Josemaría.
San
Josemaría nació en Barbastro. Huesca, el 9 de enero de 1902 y murió en Roma en
1975. Fundó el Opus Dei el 2 de octubre de 1928. Posteriormente, el 17 de mayo
de 1992 fue beatificado por Juan Pablo II y canonizado el 6 de octubre de 2002
también por Juan Pablo II.
Los que le
conocimos fuimos observadores directos de la trascendencia de su mensaje, de su
carisma, de su don de gentes, de su amor inmenso a la Iglesia católica, de
sus cualidades humanas y espirituales y de su santidad desbordante y atractiva.
Toda su vida
fue una entrega constante a la voluntad de Dios.
Durante la
guerra civil española ya era sacerdote y ya había fundado el Opus Dei y su
ejemplo durante aquellos años difíciles de la guerra fueron un testimonio vivo
de cómo se vive la contradicción, el dolor, la vocación; y todo con exigencia
al límite, con firmeza y con valentía y en un ambiente tremendamente hostil y
peligroso.
San Josemaría
en aquellos años de la guerra siguió en contacto con los que ya conocía,
algunos de ellos los primeros miembros del Opus Dei; siguió ejerciendo su
misterio sacerdotal; siguió atendiendo a los enfermos en la medida en la que
las dificultades lo permitían y siguió dando a conocer el mensaje de Santidad
que Dios le había inspirado. Fueron años muy, muy difíciles, en los que el Opus
Dei, como él decía, crecía para adentro.
La
mortificación, la penitencia y la atención a pobres y enfermos fueron el instrumento,
o los pilares, escogidos por San Josemaría para la construcción de esa Gran Obra,
por supuesto, querida por Dios.
Muchos años
de sacrificio, de atención continua a sacerdotes y seglares, sin apenas
descanso y sin apenas ocuparse de sí mismo. Años de apostolado epístolar, de
contacto continuo con la gente, de viajes con objeto de conocer y abrir nuevos
caminos. Y años de sacrificio escondido, de contradicciones dolorosas y tristes,
pues eran muchos los que no lo entendían y muchos también los que no lo querían
entender.
Tuvo mucho
que sufrir y mucho que amar; y también mucho que desagraviar y mucho qué rezar
para hacerse entender. Y así, a base de palos, a base de la oración y del ofrecimiento
de muchos enfermos, de muchos atribulados y de muchas personas santas. A través
de los montes las aguas pasaran. Y lo que era en principio imposible e
impensable se hizo realidad. Y el Opus Dei floreció y se extendió por todo el
mundo, y hoy ya es una realidad fecunda y ejemplar.
Es una
realidad que ayuda a muchos cristianos en todo el mundo a seguir a Jesucristo y
a su santísima Madre; a seguir con fidelidad la doctrina de la Iglesia y la
doctrina del Papa.
Y todo a
través de lo cotidiano, a través del trabajo ordinario, a través de la
enfermedad o de la salud, a través de la familia, a través de la sociedad y a
través del cada día ofrecido y santificado.
Publicada en
DIARIO DE ÁVILA Digital 27 de junio de
2017
Publicada en Diario Hispanidad. Digital
30 de junio de
2017