48 El mágico encanto de una Virgen Morena
La Virgen de
la Cabeza, desde el sublime pedestal de Sierra Morena,
generosamente alienta nuestras vidas, dando desde hace siglos un distinguido
sabor a todos nuestros acontecimientos.
Este relato
lo escribo, en agosto del 2013, desde el corazón de esta sierra, en las Viñas
de Peñallana, en la sierra de Andújar, Jaén. Allí, donde el paisaje lleno de
belleza estimula nuestros sentidos y nos impulsa al encuentro con lo humano y
con lo divino.
En este paraíso
interior de Andalucía en donde la naturaleza nos brinda lo más espectacular de
su belleza, con este paisaje lleno de contrastes y de perfecta armonía; que
hace que nuestra mirada se pierda en un indescriptible horizonte de pinares
verdes, y hace también que el resto de nuestros sentidos se adentren en
la realidad viva del encuentro cotidiano con la creación.
Podríamos
decir, que todo aquí es perfecto y puedo decir también, sin exagerar, que estoy
envuelto en la belleza; en la belleza de un paisaje singular, de
izquierda a derecha: pinos y pinos, y un verde veraniego que alcanza su máximo
esplendor; el aire mueve dulcemente las ramas de los árboles y toda
está armonía, anteriormente mencionada, se compagina con una naturaleza
viva esplendorosa vibrante y audaz; todo está perfectamente sincronizado, pero
todo en movimiento, todo en un proceso de cambio evolutivo que hace que
nuestros sentidos no se cansen de observar.
En sierra
morena la monotonía rutinaria no existe, la vista participa de un deleite continuo,
el oído siente continuamente el runruneo de una vida minúscula quizás
inapreciable pero existente; existente: en cada árbol, en cada flor, en cada
insecto, en cada pájaro, en cada ave.
Todo se
sintoniza para producir un efecto indescriptible. A veces, lo que no se
ve ni se oye, se siente en nosotros con más fuerza, con la fuerza poderosa de
un interior que bulle.
Pues en este
ambiente lleno de magia quiero hablar de María, de esa María a la que todos
llamamos Madre y de la que todos tanto hemos recibido.
La Virgen de
la Cabeza es ese portento de luz que lo ilumina todo, es ese guía que nos
diseña el camino a seguir, es esa maestra que enseña y enseña sin cansancios ni
abatimientos.
La Virgen de
la Cabeza es la Señora, es la enfermera de nuestras almas; y enfermera también,
¡cómo no! de nuestros cuerpos cuando
estos están doloridos o faltos de salud.
La Virgen de
la Cabeza es la que cada día: nos llena de aliento, nos brinda su esperanza,
nos acerca a la fe de su Hijo Jesucristo. La Virgen de la Cabeza es nuestra
compañera, cuando con temor descubrimos a nuestro lado el peso tremendo de la
derrota.
La Virgen de
la Cabeza nos brinda continuamente su ternura, es la sencilla ternura de un ser
que custodia nuestras vidas y que nos ofrece en cada momento el caudal
inmenso de su delicado cariño.
La Virgen de
la Cabeza quiere estar a nuestro lado para animarnos en la batalla que cada día
nos brinda nuestra existencia.
La Virgen de
la Cabeza es nuestra guardiana, que infatigablemente nos acompañará hasta la patria
definitiva; y junto a Ella descubriremos, en ese celeste Paraíso, el motivo
principal del importante porqué de nuestra existencia.
Virgen de la
Cabeza, desde este remanso de paz que es tu sierra morena te digo hoy
adiós; pero no me despido, porque: te llevo en el corazón, te llevo en mi
caminar diario, te llevo en mi vida.
Te llevo por
amor y en ese amor descanso; en ese amor vivo, y en su momento -en ese mismo
amor- moriré, y lo haré anhelante. ¡Anhelante sí, pero!: para poder
contemplar tu belleza; para contemplar tu grandeza; para contemplar -a fin de
cuentas- la excelsa magnitud de tus Divinos y Celestiales Dones.
¡Anhelante
sí, pero: para acurrucarme, como un niño, en los lindos pliegues de tu sagrado
vestido!
Publicada
en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 19 de febrero de 2014