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El aliento de nuestra esperanza
Nuestra esperanza, la virtud de la
esperanza, la esperanza de los cristianos no podemos presentarla como una cosa
fría, anodina y poco vivificadora; la tenemos que presentar llena de vida y
junto a ella tiene que estar: nuestro cariño, nuestra amabilidad, nuestra cercanía a los demás; si la presentamos, sí
queremos enseñar a los demás la importancia de la esperanza cristiana, no
podemos ir: con arrogancia, con aires de superioridad, como unos déspotas que
todo lo entienden; más bien hemos de ir con sencillez, con naturalidad,
transmitiendo nuestra propia experiencia de una forma clara, natural y
atractiva. En muchas ocasiones los cristianos no sabemos llegar a los demás, no
convencemos, nuestro mensaje no llega; quizás porque nuestra actitud de
apóstoles deja mucho que desear, todo lo hacemos de una forma demasiado
oficialista; utilizando la terminología del papa Francisco somos como
funcionarios que queremos terminar cuanto antes, llegar y pegar, pero sin poner
el corazón sin dejarnos la piel en el intento. No se trata sólo de dar doctrina
se trata más bien de darse del todo a los demás. Qué pena que la trascendencia
de nuestras virtudes teologales: fe, esperanza y caridad no la sepamos
trasmitir. Es cierto que el mundo está vacío de contenido, la mayoría de las
personas sólo se ocupan de cuestiones materiales, y nosotros los cristianos
tenemos un tesoro:grande, entusiasta y bello que hemos de dar a conocer a los
demás; pero nuestro egoísmo, en muchas ocasiones, impide que los demás reciban
la excelencia del mensaje de una forma apropiada y digna. Tenemos que aprender
de los Santos, ellos dieron su vida para que el evangelio, la vida cristiana,
las virtudes, el dogma, los mandamientos, la enseñanza de la iglesia llegaran a
todos y casi siempre empezando por los más pobres y desfavorecidos. Sin la
vivencia de la pobreza evangélica no se puede tampoco avanzar junto a Jesucristo; es por ello por lo que es necesario
seguir el camino del maestro: el camino de la austeridad, el camino de la
sencillez y de la naturalidad, el camino de la ternura, de la sincera amistad, haciendo atrayente y creíble
la vivencia del evangelio. Algunos se empeñan en presentar la vida cristiana
desde una perspectiva seria, dogmática y llena de normativas y leyes: y se olvidan
de la caridad, y se olvidan de la esperanza y se olvidan de que nuestro mensaje
es un mensaje exigente pero atractivo, es un mensaje de cruz pero de una cruz
que conduce a la Vida a esa Vida Eterna en donde encontraremos en grado
infinito la excelencia de todos los dones.Los Santos han sido personas alegres,
han trasmitido la esperanza llenándola de vida y no: de crespones negros, ni de
lutos innecesarios, ni de caras largas,
ni de miedos, ni de tristezas; ya sabemos que todo eso existe, pero los caminos
de la perfección cristiana lo tenemos que presentar de una forma atractiva, y
no podemos, repito de nuevo, presentar
a Jesucristo como un ser lejano que influye poco en nuestra vida,pero que nos pone
unas normas; unas normas para que nosotros las cumplamos,mientras que Él se
olvida de nosotros; Jesucristo no es eso, Él es: el Camino y la Verdad y la Vida;
Él es la alegría, Él es la plenitud de la vida con todas sus grandezas y
maravillas, Él es la dicha; junto al no
hay: desanimo, ni desaliento, ni tristeza, ni
apatía, hay plenitud de amor. El papa Francisco está empeñado en que demos
a conocer el mensaje:siempre con una sonrisa en los labios, con ternura en
nuestras acciones, delicadamente…; esto no quiere decir que presentemos un
panorama adulterado, poco exigente, sino que lo presentemos con dulzura y
apoyándonos en el amor, teniendo en cuenta que el amor ha de ser el móvil de
todas nuestras acciones.