Diciembre es un mes lleno
de vida, se celebran acontecimientos que fundamentalmente nos deben hablar de
paz, de ilusión, de alegría, de trascendencia, de libertad, de familia, de
compartir, de descubrir en los demás la fuente de nuestra felicidad. El día de la Constitución, la fiesta de la Inmaculada, Nochebuena, la Navidad, Los Santos Inocentes ...;
son una muestra de que en este mes debemos de descubrir las raíces profundas de
nuestra existencia.

La
Inmaculada sella la clara evidencia de una España que ante todo es Mariana.
Los españoles vivimos la devoción a la
Virgen con la profundidad de quien siente la cercana fuerza de una Madre
querida. Por millares se podrían contar las advocaciones de Ntra. Sra.: en cada
pueblo, en cada rincón.... En muchos hogares, la
Madre Celestial preside el acontecer de nuestra existencia, alentándonos:
con su divina gracia, con su inocencia inmaculada y con su poder como Reina de
los Cielos.
Y con la
Navidad cada año nace una nueva esperanza, los lazos familiares se
estrechan, la amistad florece con vigor renovado, el amor se palpa y se desea,
la felicidad se respira....
Pero junto a este bello panorama
esta la cruz de la moneda: las desuniones, las familias rotas, las
instituciones sociales corrompidas, la inhumana pobreza, la tan extendida
miseria, la incultura que encadena al ser humano y un etcétera ininterrumpido
de adversidades, que provocan la funesta frustración anímica y espiritual de
millones de hombres.
Mes de Diciembre –tú y yo--
abramos las puertas de nuestros corazones y entreguemos a los demás algo de
nosotros, cuanto más mejor. La felicidad de dar es más fecunda que la que
proviene del egoísmo. El egoísmo envilece y el mes de Diciembre lejos de
infelicidades estériles, de rupturas, de desasosiegos, se tiene que abrir a la
esperanza y dejar paso al espléndido resurgir de un nuevo año: 1.998.
Publicado en Diario ALMERIA 16 del 12 de 1997
Publicado en Diario
JAÉN 21 del 12 de 1997