617. Amar al mundo apasionadamente
En estas fechas se cumplen 50 años de que San Josemaría pronunciara la homilía:
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“Amar el mundo apasionadamente”.
Dicha homilía fue pronunciada en
el campus de la Universidad de Navarra el 8 de octubre de 1967.
En esta homilía el santo fundador del Opus Dei resume el espíritu que
difundió desde 1928.
Como homenaje al Santo fundador y a esta homilía: en la que San Josemaría
resume de forma clara, y especialmente atrayente, la espiritualidad y el fondo
de su mensaje; e extraído algunas frases, las más relevantes para que nos
sirvan de guía, de reflexión y de meditación.
Esta homilía muy bien se puede considerar como el culmen vivo y explicativo
en lo referente a la vocación a la santidad en medio del mundo.
Para mí personalmente:
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Es una obra de arte de la espiritualidad.
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Es una joya de un valor incalculable.
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Es ese tesoro escondido que todos anhelamos.
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Es la explicación más clara de que Dios habita entre nosotros.
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Es un claro ejemplo de cómo lo espiritualidad se puede materializar en cosas y detalles:
pequeños y cotidianos.
Dios está en los entresijos de nuestra cotidianidad, de nuestras vivencias
ordinarias:
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Tenemos que aprender a entretejer lo divino y lo humano, lo terreno y lo
celestial.
He aquí este mensaje de San Josemaría. Un mensaje: brillante, cercano,
pujante, aleccionador, tremendamente esperanzador y lleno de vida.
1.
Estas palabras mías que ahora os dirijo:
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Son palabras, pues, que desean ser sobrenaturales, pregoneras de la
grandeza de Dios y de sus misericordias con los hombres.
2.
Al celebrar la Eucaristía celebramos la acción más sagrada y trascendente
que los hombres, por la gracia de Dios, podemos realizar en esta vida.
3.
Comulgar con el Cuerpo y la Sangre del Señor viene a ser, en cierto
sentido, como desligarnos de nuestras ataduras de tierra y de tiempo, para estar
ya con Dios en el Cielo.
4.
En ese Cielo, donde Cristo mismo enjugará las lágrimas de nuestros ojos y
donde no habrá muerte, ni llanto, ni gritos de fatiga, porque el mundo viejo ya
habrá terminado.
5.
Hijos míos:
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Allí donde están vuestros hermanos los hombres.
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Allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores.
Allí está el sitio de vuestro
encuentro cotidiano con Cristo.
6.
Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos
santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres.
7.
Debéis comprender ahora, con una nueva claridad, que Dios os llama a servirle
en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana:
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En un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la
cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de
familia y en todo el inmenso panorama del trabajo.
8.
Dios nos espera cada día.
Sabedlo bien:
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Hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que
toca a cada uno de vosotros descubrir.
9.
Huir de la tentación, tan frecuente entonces y ahora, de llevar como una
doble vida:
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La vida interior, la vida de relación con Dios, de una parte.
·
Y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social,
plena de pequeñas realidades terrenas.
Hay una única vida, hecha de carne y
espíritu, y ésa es la que tiene que ser, en el alma y en el cuerpo, santa y
llena de Dios.
10.
A ese Dios nuestro invisible, lo encontramos en las cosas más visibles y
materiales.
11.
No hay otro camino, hijos míos:
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O sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo
encontraremos nunca.
12.
Por eso puedo deciros que necesita nuestra época devolver, a la materia y a
las situaciones que parecen más vulgares, su noble y original sentido.
13.
Os aseguro, hijos míos, que cuando un cristiano desempeña con amor lo más
intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de
Dios:
·
Por eso os he repetido, con un repetido martilleo, que la vocación
cristiana consiste en hacer endecasílabos de la prosa de cada día.
14.
En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra.
Pero no:
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Donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente
la vida ordinaria...
15.
Meditad esta impresionante realidad:
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Algo tan material como mi cuerpo ha sido elegido por el Espíritu Santo para
establecer su morada...,
16.
Yo no me pertenezco..., mi cuerpo y mi alma, mi ser entero, son de Dios...
Así nos anima el Apóstol San Pablo:
Tomemos el escudo de la fe, el casco
de salvación y la espada del espíritu que es la Palabra de Dios.
Gracias San Josemaría por este manantial de clara doctrina; por este
catecismo vivo; y por este bello tapiz de arte espiritual, oración, reflexión y
vida.
Publicada
en DIARIO DE ÁVILA Digital 22 de
septiembre de 2017