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El Papa y la pipa de la paz
Hace unos días curioseando artículos diversos, leo este titular: “El
Papa de la paz” al empezar a leer me di cuenta de que en realidad el título
era: “La pipa de la paz”.
Esta momentánea confusión me va a ser
útil para hablar de la paz, del Papa y de las tradiciones. Innegable es la
trascendencia de este tema primordial en la vida de las personas y de las
sociedades.
Todos necesitamos de la paz.
La paz es como ese elemento básico
sin el cual es imposible construir una sociedad próspera, justa, libre culta,
saludable y en caminó continuo hacia el progreso.
Es por ello por lo que las naciones,
las instituciones, las religiones, la sociedad en general y el individuo en
particular buscan este primordial objetivo.
En muchos casos desgraciadamente es muy
difícil de conseguir por lo que se origina que importantes logros conseguidos
en una época sean totalmente aniquilados por los ciudadanos de épocas
posteriores, y dan lugar como consecuencia a un sinfín de desastres humanos y
sociales que traen consigo la desolación, la destrucción, la injusticia, la
enfermedad y la muerte.
En muchas ocasiones todo esto está
causado por el abuso de poder, por la codicia, por la soberbia y en todos los
casos por la maldad implacable y rastrera
del ser humano.
Un ser humano al que el egoísmo y su
propia corrupción interior le convierten en un dios destructor y malévolo.
Ahora quisiera explicar que el nombre
de “pipa de la paz” fue dado por los europeos para definir aquellas pipas
sagradas que fumaban los pueblos indígenas de América del Norte.
Su empleo era costumbre en las
reuniones de las tribus y en las ceremonias de hermanamiento, símbolo de una
confraternización en paz entre pueblos e individuos.
La ceremonia se iniciaba cuando el
anfitrión lanzaba bocanadas de humo hacia el cielo y posteriormente a la
tierra, invocando así tanto al mundo divino como al humano, y para terminar
dejaba que la pipa circulara entre todos.
El acto de fumar es, pues, como nexo
de unión entre lo humano y lo divino. La pipa era, por tanto, objeto
de culto. Y además, su elegante y esmerada decoración las convertían en piezas
de gran belleza.
Por otro lado los papas,
fundamentalmente los últimos años, siempre han sido personas que tenían como
uno de los objetivos principales custodiar la paz del mundo.
Dada esta prioridad el día 1 de enero
de cada año la liturgia de la iglesia la dedica a este logro primordial, a este
fin trascendente de la paz.
Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y
actualmente el papa Francisco han sido, y son, mensajeros de la paz en todo el
mundo. Han sido y son defensores de la vida en sus diversas manifestaciones,
defensores de los derechos humanos, defensores de la justicia y de la libertad,
defensores del amor; cuestión esta tan primordial para que la paz en el mundo
sea una realidad.
Nuestro Dios: Jesucristo es ante todo
un Dios de paz y los papas son conscientes que sin la paz ningún objetivo
cristiano se puede concebir. Cuando Jesucristo nació en Belén, unos Ángeles se
aparecieron a los pastores y le dijeron:
·
“Gloria
a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”
Y después anunciaron el nacimiento
del Señor a aquellas gentes humildes y sencillas.
En muchas ocasiones también la Santísima
Virgen se ha aparecido para urgirnos a pedir por la paz. Este fue uno de los
grandes motivos de las apariciones de Fátima. Apariciones de las que ahora
celebramos el centenario.
La Iglesia a lo largo de los siglos
ha sido portadora implacable de este especialísimo mensaje. La Iglesia de
Jesucristo no se entiende sin la paz.
El mundo tampoco se entiende sin la
paz; puesto que el ser humano tiene en su genética el sello de la paz, el sello
de la libertad, el sello del amor. Oremos para que Francisco, el Papa del amor,
siga trabajando incansablemente por conseguir este objetivo.
Un objetivo arduo y difícil pero
primordial.
Cuando Jesucristo resucitado se
presenta a los suyos, les dice:
·
“Paz
a vosotros”.
En otra ocasión nos dice:
·
“Mi
paz os dejó mi paz os doy”.
Con el certero simbolismo de la pipa
de la paz y con los Papas como portadores implacables de paz concluyo, pero no
sin antes animaros a que participéis
activamente en todo lo que suponga construir la paz en el mundo, la paz
en nuestros corazones, la paz en nuestras familias, la paz en nuestras
instituciones; para que llevemos, incansables, el liderazgo de la paz y de la alegría.
Publicado en Forumlibertas.com Opinión
21 de julio de 2017