612. El Papa y la pipa de la paz

612.   El Papa y la pipa de la paz 

Hace unos días curioseando  artículos diversos, leo este titular: “El Papa de la paz” al empezar a leer me di cuenta de que en realidad el título era: “La pipa de la paz”.
Esta momentánea confusión me va a ser útil para hablar de la paz, del Papa y de las tradiciones. Innegable es la trascendencia de este tema primordial en la vida de las personas y de las sociedades.
Todos necesitamos de la paz.
La paz es como ese elemento básico sin el cual es imposible construir una sociedad próspera, justa, libre culta, saludable y en caminó continuo hacia el progreso.
Es por ello por lo que las naciones, las instituciones, las religiones, la sociedad en general y el individuo en particular buscan este primordial objetivo.
En muchos casos desgraciadamente es muy difícil de conseguir por lo que se origina que importantes logros conseguidos en una época sean totalmente aniquilados por los ciudadanos de épocas posteriores, y dan lugar como consecuencia a un sinfín de desastres humanos y sociales que traen consigo la desolación, la destrucción, la injusticia, la enfermedad y la muerte.
En muchas ocasiones todo esto está causado por el abuso de poder, por la codicia, por la soberbia y en todos los casos por la maldad  implacable y rastrera del ser humano.
Un ser humano al que el egoísmo y su propia corrupción interior le convierten en un dios destructor y malévolo.
Ahora quisiera explicar que el nombre de “pipa de la paz” fue dado por los europeos para definir aquellas pipas sagradas que fumaban los pueblos indígenas de América del Norte.
Su empleo era costumbre en las reuniones de las tribus y en las ceremonias de hermanamiento, símbolo de una confraternización en paz entre pueblos e individuos.
La ceremonia se iniciaba cuando el anfitrión lanzaba bocanadas de humo hacia el cielo y posteriormente a la tierra, invocando así tanto al mundo divino como al humano, y para terminar dejaba que la pipa circulara entre todos.
El acto de fumar es, pues, como nexo de unión entre lo humano y lo divino. La pipa era, por tanto, objeto de culto. Y además, su elegante y esmerada decoración las convertían en piezas de gran belleza.
Por otro lado los papas, fundamentalmente los últimos años, siempre han sido personas que tenían como uno de los objetivos principales custodiar la paz del mundo.
Dada esta prioridad el día 1 de enero de cada año la liturgia de la iglesia la dedica a este logro primordial, a este fin trascendente de la paz.
Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y actualmente el papa Francisco han sido, y son, mensajeros de la paz en todo el mundo. Han sido y son defensores de la vida en sus diversas manifestaciones, defensores de los derechos humanos, defensores de la justicia y de la libertad, defensores del amor; cuestión esta tan primordial para que la paz en el mundo sea una realidad.
Nuestro Dios: Jesucristo es ante todo un Dios de paz y los papas son conscientes que sin la paz ningún objetivo cristiano se puede concebir. Cuando Jesucristo nació en Belén, unos Ángeles se aparecieron a los pastores y le dijeron:
·        “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”
Y después anunciaron el nacimiento del Señor a aquellas gentes humildes y sencillas.
En muchas ocasiones también la Santísima Virgen se ha aparecido para urgirnos a pedir por la paz. Este fue uno de los grandes motivos de las apariciones de Fátima. Apariciones de las que ahora celebramos el centenario.
La Iglesia a lo largo de los siglos ha sido portadora implacable de este especialísimo mensaje. La Iglesia de Jesucristo no se entiende sin la paz.
El mundo tampoco se entiende sin la paz; puesto que el ser humano tiene en su genética el sello de la paz, el sello de la libertad, el sello del amor. Oremos para que Francisco, el Papa del amor, siga trabajando incansablemente por conseguir este objetivo.
Un objetivo arduo y difícil pero primordial.
Cuando Jesucristo resucitado se presenta a los suyos, les dice:
·        “Paz a vosotros”.
En otra ocasión nos dice:
·        “Mi paz os dejó mi paz os doy”.
Con el certero simbolismo de la pipa de la paz y con los Papas como portadores implacables de paz concluyo, pero no sin antes animaros a que participéis  activamente en todo lo que suponga construir la paz en el mundo, la paz en nuestros corazones, la paz en nuestras familias, la paz en nuestras instituciones; para que llevemos, incansables, el liderazgo de la paz y de la alegría.


Publicado en Forumlibertas.com  Opinión  21 de julio de 2017