318 Domingo de la Divina Misericordia

318   Domingo de la Divina Misericordia

Quisiera resaltar dos aspectos primordiales en la vida de Jesús que nos pueden ayudar a humanizar nuestras costumbres: la mansedumbre y su divina misericordia.
Jesús es cause para canalizar cómo ha de ser el comportamiento del hombre; si nos fijamos en Él veremos cómo hemos de vivir un amor al detalle, un amor rico en matices y estos matices han de ser sencillos pero continuos, nada artificiales pero hechos cada día con delicada ternura.
Y si no sabes amar fíjate en el papa Francisco, él es un gigante en la vivencia del amor, él es un ejemplo de como en el siglo XXI se puede seguir a Jesucristo.
También Juan Pablo II fue un seguidor de la mansedumbre y de la misericordia del Señor. Juan Pablo II junto a la destreza para resolver grandes problemas de estado supo vivir: la humildad, la sencillez, la docilidad, la aceptación: “del dolor, de las limitaciones físicas, y el peso tremendo de su enfermedad” y junto a ello la mansedumbre y la misericordia. Juan Pablo instauró la fiesta de la Divina Misericordia del Señor el domingo siguiente al domingo de Resurrección y lo hizo como un gesto de “veneración” a este importantísimo atributo divino.
Jesús en el Santo Evangelio nos dice: “Misericordia quiero y no sacrificios” yo entiendo que aquí Jesús nos quiere decir que siendo las dos cosas importantes, puestos a elegir tenemos que elegir la misericordia.
Podríamos decir que la misericordia nunca puede faltar, pues forma parte esencial del plan de actuación de Dios. Con atrevimiento pero sin temor a equivocarme, creo poder decir: “Dios podía existir sin sacrificios, pero no podía existir sin misericordia”; al ser ésta la esencia de Dios; un Dios que se vuelca con el ser humano entregándolo todo, todo, todo: “hasta su propia vida” vida que para que ello fuera posible se encarna en el Hijo.
Si Dios no se hubiera hecho hombre no se hubiera podido producir este prodigio de un Dios que muere dando su vida por y para el ser humano. Ese es el maravilloso prodigio de un Dios que ama con un amor infinito y a través de ese amor infinito nos regala una vida infinita, una vida infinita: sin límites de tiempo ni espacio. Una vida Eterna llena de un amor también infinito y no “medible”, ni “pesable”, ni ”calculable”; El límite del amor, en Dios y en nosotros junto a Dios, es ilimitado. El límite de ese amor es inalcanzable, pues sus fronteras son las de la inmensa grandeza de un Dios sin fronteras. Por lo tanto no hagamos cálculos a la hora de amar, amemos como Dios sin medida.

Publicada en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 21 de abril de 2014

Publicada en DIARIO DE AVILA Digital 22 de abril de 2014

Publicada en Diario LA REGIÓN de Ourense Digital 22 de abril de 2014

Publicada en Diario JAÉN  25 de abril de 2014