53 El gran corazón del Papa Francisco
Hace unos días estuve
viendo un video sobre la vida del Papa Francisco. El vídeo me pareció
fantástico, pues en él se descubre el ejemplo de una vida: excepcional,
magnífica y ejemplar.
En el documental se descubre
la magnitud humana y espiritual de este hombre que, paso a paso, alcanza la
cima de la perfección.
El Papa Francisco nos
deja atónitos: por sus cualidades, por su capacidad de servicio y por su amor y
cariño hacia todos. Él es un hombre que sabe con firmeza como ha de ser el
cumplimiento de sus convicciones y que se adentra profundamente en el misterio
de la fe, pero que vive con espontaneidad y diligencia: el cariño, la ternura,
la cercanía, el apoyo y la ayuda a todo aquel que lo necesita.
Igual se encumbra y se
eleva por su condición de Papa: “creando” un dogma que se abaja para limpiar
los pies de un mendigo o de un preso o de un enfermo.
Nuestro querido Papa
está en la cumbre de la santidad, pero esa cumbre como él bien sabe requiere el
talento y el talante de una virtud heroica, requiere de la profunda vivencia de
la humildad, requiere el despojarse de todo lo terreno e identificarse
plenamente con una realidad libre de ataduras mundanas.
En este video-relato de
la vida del Papa Francisco hay un hecho que, a mí, me impresionó especialmente;
el relato es el siguiente:
<<El Papa estaba
confesando, y llega un momento en el que se da cuenta de que se tiene que ir, por
un asunto urgente, y le queda una persona por confesar, esa persona parecía
tener una minusvalía psíquica, se acerca amablemente a ella y le dice que ya no
lo puede confesar pero que en breve tiempo viene otro sacerdote a confesarlo;
el Papa sale deprisa y cuando lleva recorridos un centenar de metros se para
bruscamente y se queda pensativo e inmediatamente se vuelve, entra en la
iglesia, pide disculpas y confiesa a aquella persona; vio claramente que por
muy urgente que era lo que tenía que hacer no tenía derecho a dejar de confesar
al ser humano que esperaba. Por la tarde el Papa se va a confesar de aquel
sucedido; y después de la confesión le preguntan: “y si volvió usted a atender
a aquella persona de que se tenía que confesar” y contestó: " me tenía que confesar de
por un instante haber dudado de cuál era mi vocación y de haber dudado de que
lo primero era atender a aquella persona.">>
Esa sensibilidad del Papa me parece que es
“una genialidad del amor” no cabe más entrega, ni más generosidad en el corazón
de una persona. Esa perfecta conexión entre lo humano y lo divino, esa
delicadeza, ese saber amar detalladamente, sabiendo que en muchas ocasiones lo
más importante no es lo más urgente, ese saber discernir y añadir prontamente
la corrección en la respuesta; todo eso requiere la maestría de un santo.
Y ese Santo, gracias a
Dios, existe actualmente y se llama: Papa Francisco. Gracias Francisco tu
humildad y tu cercanía son un estímulo imprescindible para nuestras vidas que
en muchas ocasiones se ahogan en la mediocridad.
Publicada en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 20 de febrero de 2014
Publicada en DIARIO DE AVILA Digital 24 de febrero de 2014
Publicada en Diario de Burgos 24 de febrero de 2014