299 Junto al papa
Francisco se respira la alegría
He leído detenidamente las
palabras que el papa Francisco dijo en la homilía del Domingo de Ramos de 2013
y he podido descubrir la capacidad que tiene de sintonizar, incluso podríamos decir que bellamente, con la alegría, con la paz,
con la armonía, con la vibración
entusiasta inherente a la vida de las personas que saben ser felices y
trasmiten esa felicidad. Aquí os dejo una breve secuencia de sus palabras, de
las palabras de una persona que ama tiernamente
al ser humano: “Jesús entra en Jerusalén. (...) Gentío, fiesta,
alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado
en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple,
pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido
comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios,
se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Y ahora entra en la Ciudad
Santa. Es una bella escena, llena de luz, de alegría, de fiesta”. También
nosotros en muchas circunstancias hemos
sentido junto a Jesucristo la apasionante vivencia de sentirnos felices, hemos
descubierto junto a Él la armonía de nuestro corazón y la armonía de un cosmos
en muchas ocasiones abatido por las desgracias, las guerras, y la
deshumanización. Cuando Jesús entra en Jerusalén se vive la fiesta, la
alegría se desborda en aquéllas gentes
sencillas y humildes; los poderosos no están allí, los soberbios tampoco, los
avaricioso, los calumniadores, los que dirigen los acontecimientos del mundo no
acuden a aquella fiesta, allí se respira: sencillez, paz, humildad y no hay
nada ostentoso, ni nada espectacular, ni nada grandioso, allí sí hay sonrisas,
dulzura, ternura en el corazón, dicha en el alma, plenitud. Jesucristo siempre está
presente en nosotros y en medio de nosotros: como un amigo, como un hermano,
también como faro luminoso de nuestra vida. E insiste el Papa: “..Alegría. No
sean nunca hombres, mujeres tristes: un
cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen vencer por el desánimo. Nuestra
alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a
una persona, Jesús”. Nuestra alegría tiene un nombre Jesús de Nazaret y es por ello por lo que nunca estamos solos,
y por lo que nunca nos podemos sentir abatidos; sí es cierto que en el camino
de la vida hay momentos terribles, pero en esos momentos también está Jesús y con Jesús aunque haya problemas no caben los tropiezos, nunca los
obstáculos son insuperables, pues Él nos acompaña y pone la pesada cruz sobre
sus hombros y la lleva Él como buen cirineo. Se me llena el alma de vibrante
emoción cuando en Semana Santa veo la imagen de
Cristo con la cruz a cuestas y acompañado por el cirineo. El cirineo:
que ayuda, que colabora, que sujeta el peso para que Cristo pueda seguir
caminando; eso hemos de ser nosotros ayudar a Cristo, ayudar a toda persona
necesitada. Hoy hay muchas personas
necesitadas de muchas cosas y se necesitan muchos cirineos, muchas personas
solidarias: que den alegría y que den paz y que den tranquilidad, pues son: muchos los problemas
que abruman al ser humano, y muchas las calamidades, y muchas las dificultades
difíciles de resolver, y son muchas las situaciones de amargura, de
abatimiento, de pesadumbre; y son muy pocas las personas que están dispuestas a
llevar la cruz de otro: la cruz del que está solo, la cruz del mendigo, la cruz
del que ha perdido el trabajo, la cruz del deprimido por no tener nada de nada, la austera cruz del padre de
familia en paro. Y para terminar que jamás nos acostumbremos al mal, que nunca
dejemos de ser solidarios y que vivamos siempre inmersos en la alegría, aunque
la alegría, ya lo sabemos, lleva cada día su cruz.
Publicada
en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 21 de enero de 2014
Publicada
en Diario JAÉN 24 enero de 2014