624 Adelanta con tu
cariño el amor
Ocurrió durante un mes de voluntariado en las vacaciones de
verano.
Cuando llegamos a Nairobi. Kenia, nos preguntábamos, cómo
nosotros, inexpertos universitarios, podríamos ayudar en aquella África sucia,
polvorienta y calurosa:
·
Lo que sí teníamos claro era nuestra intención de
darnos totalmente a los demás.
Sin embargo, recibiríamos mucho más de lo que logramos dar:
·
Tuvimos la suerte de entrar en contacto con el Tercer
Mundo, a través de un alojamiento para niños moribundos de las Hermanas de la
Caridad en Nairobi.
Todos entramos en aquella casucha, un tugurio sin muebles,
con poca luz. Se veían las hamacas llenas de niños enfermos y lloriqueando, y
los limpísimos trajes talares de las Hermanas de la Caridad, que rebosaban
alegría.
Yo me quedé bloqueado, en mitad de la habitación:
·
Nunca había visto nada así.
Una hermana me preguntó:
·
¿Has venido a mirar o quieres ayudar?
Sorprendido por tan directa pregunta y en estado de sopor, balbuceé:
·
A ayudar...
¿Ves a ese niño de allí, el del fondo que llora?
Lloraba desconsoladamente, pero sin fuerza.
·
Sí, ése, me dijo.
Bien: tómalo con cuidado y tráelo. El niño tendría un par de
años.
Lo bautizamos ayer:
·
Lo noté con una fiebre altísima.
Ahora tómalo y dale todo el amor que puedas...
·
No entiendo: me excusé
Que, a tu manera, le des todo el cariño de que seas capaz:
Y me dejó
con el niño.
Hice lo más importante:
·
Le canté, lo besé, lo arrullé...
El niño: Dejó
de llorar, me sonrió y se durmió.
Al cabo de un rato, despavorido, busqué: con triste
desconsuelo y llorando, a la hermana:
·
Hermana: no respira...
Lamentablemente la monja certificó su muerte.
Me dijo después:
·
Ha muerto en tus brazos:
Y tú le has
preparado y adelantado con tu cariño, quince minutos, el amor que Dios le va a
dar por toda la eternidad.
Entonces entendí tantas cosas:
·
El cielo, el amor de mis padres, el amor de Jesús, los
detalles de afecto de mis amigos, mi viaje a Kenia.
Todo esto supuso un antes y un después en mi vida:
·
Ahora sé que todos tenemos "kenias" a
nuestro alrededor para dar mucho amor cada día.
Y a mí, después de agradecer el voluntariado de los
ejemplares voluntarios, solo me queda decir que: “Vale la pena”. Vale la pena.
Y Vale la pena. Todo esto, en este ambiente de amor, es una dicha que debemos
de aprovechar.
Dios, el amor, el servicio, el darse a los demás
son
las supremas e inconmensurables realidades que dan sentido absoluto y total a
todo lo que acontece y a toda nuestra vida.
Fuera de esto, me atrevo a decir sin temor a equivocarme, que
nada vale la pena.
E insisto, lo que se aleja del Amor carece de valor: es
escoria, es desasosiego, es inquietud, es desdichada.
No podemos dejarnos engañar por la triste realidad de un
mundo desfigurado y con engañosa careta; pero sin rumbo, sin destino y sin
guía.
La Verdad de Dios, hoy como siempre, nos da seguridad y
clarifica inmensamente nuestro destino, llevándonos por el camino correcto a la
eternidad dichosa.
Publicada en DIARIO DE ÁVILA
Digital 7 de noviembre de 2017