37 Lo más agónico de la crisis
actual.
Hay un sufrimiento añadido a lo
que estamos viviendo como corrupción, mal ejercicio de la política, desahucios,
abusos financieros y esa larga enumeración de cuestiones de toda índole que no
solo empobrecen nuestras condiciones de vida, sino que empobrece nuestro sentido
de humanidad.
El sufrimiento añadido, que además agrava la situación y la hace más
agónica, es que no salga nadie a decir: “lo siento”; lo que empeora nuestro estado
de ánimo es que no haya un alguien que se avergüence de lo que ha hecho o ha
permitido que sucediera, sabiendo sus consecuencias. Lo que daña nuestro
sentido humano es que algunos corazones no hayan sufrido dolor por la angustia
ajena, ni la más leve culpa por su irresponsabilidad, ni la compasión necesaria
para asumir conjuntamente parte de la carga y de la solución a tantos
problemas.
Para mejorar esto tendríamos que ir descubriendo, despacio pero sin tregua,
aspectos muy importantes para estar bien formados, por ejemplo: La “Educación” tan necesaria hoy, tiene su fundamento en la ética de las
virtudes que proclamó Aristóteles. Según el maestro, la virtud tiene tres
aspectos y además muy bien definidos: 1º.-- Un comportamiento. 2º.-- Un
sentimiento 3º.-- Y, finalmente una razón. O sea: ejercicio de la virtud, integración
emocional y o sentimiento. “La verdadera felicidad
consiste en hacer el bien” nos dice
también Aristóteles y esa definición nos puede venir bien, o mejor muy bien,
para cambiar radicalmente el comportamiento actual y dirigirlo no hacía nosotros y a nuestro interés personal, sino
más bien hacia los demás, buscando siempre: "el bien ajeno"
Ahora se insiste en recuperar
valores, pero ¿Sirven los de toda la vida? ¿Tendremos que cambiarlos? Nos encontramos así en una encrucijada difícil:
“Nos quejamos de crisis de valores y es cierto y esto por lo tanto exige más
educación moral, pero a su vez todo esto nos parece un discurso anticuado”.
Los filósofos antiguos se preguntaban: ¿cómo debemos vivir? Hoy, en cambio,
la pregunta quizás tendría que ser otra. Muchos escritos actuales pueden
incluso dificultar el concepto de lo que está bien y de lo que está mal, esto
hace unos años, quizás ya demasiados, no sucedía. Hoy parece ser que la
ética moderna es: “Una ética de los
deberes o, diría yo, de las leyes”; a diferencia de la ética antigua, que era
”Una ética de las virtudes”. A la ética le concierne establecer las
obligaciones que atan al individuo con la sociedad en la que vive. Quizás esto
no son leyes, sino criterios de conducta que acaban dependiendo de la
responsabilidad propia. ¿Cómo educar esa conciencia? Qué fácil es hablar de
valores y de virtudes, y qué difícil actuar responsablemente y con coherencia,
comprometiéndonos realmente con ellos.
Hay
quien busca por ejemplo el concepto de libertad y George Bernard Shaw nos dice:
“No busquemos solemnes definiciones de la <<Libertad>>. Ella, es
solo esto: <<Responsabilidad>>”. Esto encuentra también cabida en la idea
de que el deber moral supremo es el respeto: “Respeto: a uno mismo, al otro y a
la humanidad”. Todo alrededor, de la idea
clara y contundente, de la
dignidad y de la libertad del ser
humano. Y aunque en eso estamos la mayoría de acuerdo parece que en la realidad
prevalece la ética del miedo. Los tiempos de grandes dificultades son óptimos para el pesimismo y para
crear actitudes de pasotismo. La consideración de: que el mundo va a pique, que
se desintegra y de que nada tiene
solución, gana en adeptos y con ello: los sentimientos de indignación y de
culpa. Esos sentimientos y sus contrapartidas
positivas: el agradecimiento, el perdón, el conocimiento o la solidaridad,
constituyen una especie de sistema de relaciones interpersonales que dan
cohesión a las organizaciones y al tejido social. Vamos "lentamente",
pero vamos camino de una visión de compartir, de comunidad, frente al cruel y nefasto individualismo
que nos ha precedido. Ya basta de tanta ambición materialista, de tanto abuso
del otro y de tanta mediocridad en el trato humano. Nada es más desesperanzador
que convivir con la miseria moral. A la dignidad del pobre se opone la
indignidad del mísero, aquel que vive alejado del amor, desconectado del
corazón.
Publicada en “Cartas al
Director, Tu voz en la red” Digital 21 de enero de 2014
Publicada en LA TRIBUNA DE
ALBACETE Digital 21 de enero de 2014
Publicada
en DIARIO DE AVILA Digital 21 de enero de 2014