29 Año nuevo, nueva Confesión.
El año
2014 podemos empezarlo con la ayuda de la Gracia de Dios y no anclados en el
pecado y en el desaliento; por lo tanto esto no es una llamada al derrotismo;
más bien, con esta carta, quisiera hacer una llamada de atención para que nos
demos cuenta de la importancia que tiene el sacramento de la confesión para los
cristianos.
La
Confesión es uno de los grandes dones que Jesucristo nos dejó, es el sacramento de la Misericordia de Dios. En
este tiempo, por desgracia, se debate con frecuencia la forma en que se debe realizar y debido a
esto, y al desconocimiento, muchos han acabado por abandonar la práctica de
este sacramento y por tanto no reciben: “Ni la Gracia ni la Fuerza de Dios”. Es
por ello por lo que voy a exponer unos criterios que nos pueden ayudar a
entender la forma en que debemos vivir este sacramento: Algunos nos dicen: ¿Por qué os confesáis con
el sacerdote? Eso está mal porque es un
hombre pecador, es mejor confesarse
directo con Dios. Incluso algunos católicos piensan algo parecido. Veamos que es lo que
dice la Biblia sobre esto para no cometer esos errores titánicos que a muchos
los hunden en el mar de la ignorancia, por no estudiar bien la Sagrada
Escritura. Jesucristo dio este poder a
los Apóstoles. Esta es la principal razón por la que nos confesamos con
el hombre de Dios, el sacerdote. Somos discípulos de Jesucristo y lo estamos
obedeciendo. Él da este poder a los hombres para que lo hagan en su nombre:
"Reciban el Espíritu Santo: a quienes ustedes
perdonen sus pecados, queden perdonados, y a quienes se los retengan,
queden retenidos" Jn 20,22-23. Otro fragmento bíblico: "Todo lo que aten en la tierra, será atado
en el cielo y todo lo que desaten en la tierra, será desatado en el
cielo". Mt 18,18. Estos pasajes están en
todas las Biblias del mundo, incluyendo las que usan los hermanos separados.
Así que nada de que la Iglesia inventó este sacramento ni de que la Biblia lo prohíbe,
pues quien lo instituyó, fue Jesucristo. Nuestro Señor Jesucristo es muy claro.
Aquí está hablando del "poder" de "perdonar" y de "no
perdonar" los pecados. No está hablando de que nos perdonemos cuando nos
ofendamos, sino que: los apóstoles y sus sucesores tienen el poder de perdonar los pecados. Por
supuesto que Jesucristo sabía que ellos eran hombres pecadores y aun así les dio
este poder. Los obispos son sucesores de los Apóstoles y los sacerdotes sus
colaboradores. Jesús no dijo nada de confesarse directamente con Dios. Dejó potestad
a los sacerdotes.
También
quisiera exponer que vale la pena
confesarse con frecuencia. El sacerdote es un guía para nuestra alma y
difícilmente nos podremos dejar conducir en este camino de la vida si
retrasamos esta ayuda tan importante. Con la confesión nos sentiremos
aliviados, por la gracia de Dios dejaremos en el confesionario nuestras faltas
y todo lo podrido que halla en nuestra vida y saldremos ligeros de peso, con
los sentidos más dispuestos para hacer el bien. Por lo tanto animo al que esto
lee a que acuda al sacerdote y ante su presencia, es Dios quién está allí, exponga claramente sus
faltas y sus debilidades, de esta manera, de la mano de Dios omnipotente y
misericordioso, obtendrá la paz. Paz
para el alma y paz para el cuerpo. La paz que sólo de Dios se puede obtener. El Papa
Francisco en una entrevista realizada, esta Navidad, con el prelado del Opus
Dei, Mons. Javier Echevarría, de modo específico, ha alentado a realizar un
fecundo apostolado de la confesión, que como ha reiterado es: “El Sacramento de
la Misericordia de Dios". Por lo tanto vale la pena, para de esta manera
poder caminar decididamente por los caminos divinos del amor, en compañía de un
Dios que, cada día y en cada instante, se desvive por sus criaturas. Adelante
no te anquiloses en la mediocridad y busca el manantial de aguas puras y
cristalinas, de donde proceden todos
los grandes y auténticos tesoros de la tierra y del cielo.
Publicada
en “Cartas al Director, Tu voz en la red” Digital 29 de diciembre de 2013