Articulo
69 Lolo: Del dolor a la esperanza, de la ceguera a la luz.
69 Lolo: Del dolor a la esperanza, de la ceguera a la luz.
Este artículo es un pequeño homenaje a Manuel Lozano
Garrido: Linarense, periodista, hombre de bien. Que supo vivir: totalmente
enfermo del cuerpo y vitalmente sano en el alma.
Para que la culminación de su proceso de beatificaci6n
sea pronto una gratificante y estimulante realidad.
El mundo de hoy inmerso, en tantas ocasiones, en una
desesperanza desconcertante, metido en rutas, caminos o autopistas que solo
conducen al abatimiento, al hastío: son caminos rápidos que se recorren a
velocidad de vertigo, pero que no conducen a ningún sitio, son como fuegos de
artificio, aparatosos, espectaculares, deslumbrantes, pero fugaces, pasajeros que
dejan en el aire solo el desolador olor de la pólvora quemada. Este mundo de
hoy que vive, como digo, cada día tan fugazmente, sin que nada le deje poso,
desilusionado por no saber a donde va, necesita un hombre -muchos hombres- que
le ayuden como J. Pablo II, por ejemplo, a cruzar el umbral de la esperanza;
necesitamos hombres de la calle que nos hablen: de grandes ideales, de proyectos
nobles, de Eternidad, de Dios, No solo necesitamos Santos en los altares, que
los tenemos, necesitamos “Lolos” de carne y hueso, hombres entregados, seres
humanos cercanos, hombres y mujeres de hoy que lleven al mundo la garra de
Dios.
No necesitamos solo predicadores de púlpito que desde el
templo, recogidos en un ambiente que les favorece, nos hablen de lo humano y de
lo divino, necesitamos el ejemplo -el ejemplo testimonial- de un hombre o de
una mujer que desde su vida limpia nos hable de esperanza.
-Lolo, desde su incapacidad, desde la mutilación de un
cuerpo maltrecho, supo dejarnos un mensaje que rompía con las endebles
estructuras de lo mundano y llegaba hasta la rica inmensidad de los valores
eternos.
-Lolo, desde el sagrado púlpito de su propio dolor habló
al mundo de las maravillas del mundo interior.
-Lolo, desde la Cátedra, desde el Paraninfo -doctorado
como estaba en el tesoro del Amor Divino, por haber obtenido sobresaliente en
la difícil asignatura del dolor- nos hablo y nos habla hoy, con más fuerza aún,
del auténtico valor de la única Vida.
-Lolo, hoy, desde su silla de ruedas, nos habla, con
fuerza, del dulce sabor de la Esperanza.
Hoy, necesitamos jóvenes que no se dejen imbuir por la pasajera
fascinación de la “fiebre del sábado noche” o de las locas noches en las que, hasta
altas horas, se sumergen en las peligrosas rutas del “bakalao”. Y por el
contrario necesitamos que esos mismo jóvenes, con la bravura que lleva consigo
la plenitud de su existencia, nos ofrezcan el ejemplo de
su vida cotidiana llena de valores humanos. Eso también
hizo Lolo, desde su juventud se fue preparando para poder decir sí a lo que
Dios le iba
pidiendo, y de ese “sí”: incondicional, valiente,
decidido, saco las fuerzas para decirlo, con la exigencia que Dios quería,
cuando –poco después- tuvo que hacerlo para afrontar la: dura, larga y cruenta
batalla del dolor.
Lolo dijo sí a Cristo y sabía que con Él tenía que llevar
La Cruz, sabía que con Él tenía que recorrer, uno a uno, los peldaños de una
vía tremendamente dolorosa, para llegar al terrible final de un Gólgota
despiadado, en donde Él -Soberano Señor- Él, dueño absoluto de todo lo que
existe ofrecería al mundo el testimonio supremo. Allí se efectuó la “reconquista
del hombre”, su rescate. Y Lolo lo sabía, sabía que Cristo era así, y él si
aceptaba, tenía que unirse al dolor de su Señor: pero Cristo era su amigo y no
se pudo resistir a la fuerza impetuosa de una gran amistad, sabía que su Señor
iba a poner, dolorosamente, a prueba la calidad, los quilates, la categoría de
su amor, pero no le importaba.
Lolo dijo sí, aunque, como os decía, sabía que Cristo
Jesús le quería muy cerca de Él pero le quería en el Getsemaní de una prueba
que humanamente resultaría interminable. El Señor le dijo a Lolo: coge tu cruz
de cada día y sígueme, coge tu silla de ruedas, coge tu cuerpo dolorido, coge
tu severa invalidez, coge tu cegera, coge....
Lolo sabía, podía intuir -pues para ello estaba
preparador, que o elegía a Cristo y se abrazaba con El a la Cruz, abriéndosele
de esta manera un panorama inquietante: pero esperanzado, lleno de una
brillante luz, pero con noches terribles de oscuridad, en donde al final la luz
de la vida culminaría su existencia, o si dejaba esta opción desconsolado viviría,
abatido por una mediocridad existencial que le hundiría en un atroz suplicio.
Lolo escogi6 lo mejor: ¿y nosotros? ¿Seguimos tras Lolo las huellas de Cristo?
¿O por el contrario cogemos el camino rápido y cómodo, lleno de aparentes fantasías,
pero infecundo, estéril, repleto del triste desaliento de lo que a nada conduce?
Publicado en Iglesia en Jaén el 17 del 5 del 1998
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